lunes, 23 de noviembre de 2009

LA LUZ DEL SOL COMO PINCEL.




Muchas veces limitamos nuestra apreciación del arte a aquello que el ser humano es capaz de abarcar y elaborar con herramientas que maneje con sus manos.
Sin embargo, que el planeta entero puede ser un lienzo donde dejar una huella de nuestro paso por él, no es algo de nuestra época.

En México, concretamente en la península de Yucatán , donde se eleva la pirámide de Chichen Itzá, tenemos una muestra impresionante.

La pirámide, construída por la civilización maya alrededor del siglo X d.C. presenta cuatro frentes escalonados. Está dedicada al dios Cuculcán, la serpiente emplumada, dios de la agricultura y benefactor supremo. El conocimiento maya de la medida del tiempo y de los calendarios es legendario. En los equinoccios de primavera y otoño, el sol incide en los escalones con una estudiada inclinación que dibuja sobre la pared la silueta de la serpiente.
Según se mueve el sol, parece descender sobre sus fieles reunidos allí hasta desaparecer


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http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/7/77/Pir%C3%A1mide_equinoccio_uno.jpg/200px-Pir%C3%A1mide_equinoccio_uno.jpg

Esta obra de arte, efímera pero paradójicamente casi eterna, es un ejemplo maravilloso de como el hombre no entiende de límites materiales y refleja su universo existencial en su entorno sin límite de tamaño.

Es una de las nuevas siete maravillas del mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me voy a la cama sabiendo una cosa nueva gracias a ti. No cambies.

J.

Anónimo dijo...

Espectacular
Vicente