Aunque es de suponer que Felipe II no sabía nada sobre las leyes de la Gestalt, sus retratos juegan con la aplicación básica para resaltar su figura del fondo, el negro. El rey aparece más magnífico en su sencillez, vestido con terciopelo apenas adornado. Su pelo rubio y tez pálida contrastan con el oscuro de su vestido. Es una aparente sencillez, que esconde una costosa vanidad.Lleva el traje de corte español, heredado a su vez de la corte borgoñona.
Su tercera esposa, Isabel de Valois, añade joyas brillantes y claras sobre el profundo negro para armonizar con sus rasgos (rojo, blanco y negro), sin distracciones superfluas.
Pero esta sobriedad de los soberanos esconde una larga historia de búsqueda : la de la tintura negra. No es muy corriente encontrar en la Edad Media, a pesar de las películas, personas vestidas con ropajes negros. El negro era un color sucio, propio de clases inferiores.
Para empezar, era un tinte inestable, más parecido a un marrón o a un gris oscuros, que se perdía con los lavados, pero era sufrido para mancharse de barro y suciedades varios.Nada que ver con la belleza profunda que exhibe en los retratos de corte que conocemos.
Los nobles hasta el siglo XIV preferían los colores vivos, como azules, verdes o rojos, mientras que los negros se destinaron a la Iglesia, e incluso , a los funcionarios públicos. En las miniaturas del libro de Horas del Duque de Berry, se puede ver el colorido variado de ropajes en un banquete.
Pero , a partir del siglo XIV, las ordenanzas empezaron a limitar la ostentación en el vestir, sobre todo la importación de sustancias caras para teñir de vivos colores. Y algunos ojos se volvieron al sucio y feo negro.
Es en este momento cuando se produce una mejoría en el proceso de teñido que permitirá obtener negros profundos y ricos. La adición de la nuez de agalla.Y un soporte adecuado para aplicarlo: el exquisito terciopelo, que llega a Europa desde el siglo XIII.
La agalla es una mezcla de sustancia animal y vegetal, que se recolecta en el Mediterráneo, y provenía de Grecia y Oriente a fines de la Edad Media. Se trata del cascarón que rodea la larva de un insecto que pone sus huevos en las ramas de los robles. Es tal su riqueza en taninos y hierro que ha sido utilizada desde antiguo para hacer tinta, y muchos manuscritos antiguos han llegado hasta nosotros gracias a estar escritos con tinta de agalla.
Esta potencia en taninos es la que preparaba la tela para ser teñida y que se impregnara de los matices del negro. Y fue tal el éxito que vestir de negro se convirtió en símbolo de riqueza y de pertenencia a una clase superior.
Unos pioneros en la moda, el matrimonio Portinari, siglo XV
En el siglo XV abundan los retratos de nobles y reyes en terciopelos desnudos, apenas decorados con joyas, porque la riqueza del atuendo estaba en el tejido. Importar las agallas era caro y las telas también. Pero su éxito está escrito cuando se cambia del color del luto, del blanco al negro. En Castilla es en el reinado de Isabel la Católica, entre los siglos XV y XVI , cuando se adopta este convencionalismo.
Isabel I de Castilla.
Todos los retratos que se conservan de la reina de adulta la muestran vestida de negro. Es verdad que tuvo motivos para no quitarse el luto: hermano, madre, hijos e incluso nietos.
Y pronto se convierte en el color de la corte, cuando se instala el ceremonial borgoñón, primero con Felipe I y luego con su hijo Carlos.
Pero además de estar asociado con la riqueza, la religión se apodera con fuerza de él, recuperando su exlusividad medieval. Católicos y protestantes hacen del negro su bandera. Unos hablan de sobriedad, sencillez, austeridad, que les permite escapar a las vanidades del mundo.
Lutero, Calvino, recuperan el negro monacal de la edad media. el negro que los aisla de la pompa y del pecado.
Sin embargo los católicos no se quedan atrás y ornan de negro sus manifestaciones religiosas, sus cortes, sus tocados y vestidos.
Aislada en la corte sin mar de Madrid, los austrias menores ven decaer su imperio mientras continúan con sus trajes pasados de moda. Bellos , en su sencillez, pero tan distintos a la corte francesa que resultan pobres y desfasados.
Ahora , los retratos de Velázquez resultan intemporales, pero en su momento las ropas de Felipe IV tuvieron que provocar cierta conmiseración cuando se encontró con Luis XIV en la isla de los faisanes.
Como un pariente pobre venido del pueblo a la capital. Sin embargo , al correr del tiempo, es Luis el que resulta ridículo en su supuesta grandeza y Felipe quien mantiene su dignidad. Será que el negro nunca pasa de moda.
1 comentario:
Muy claro e interesante tu apuesta por el negro. Como siempre rigor y criterio en tus aportaciones. ¡¡Cuanto pierden esos alumnos que aún no te pueden disfrutar¡¡¡
Ánimo y un fuerte abrazo
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