viernes, 17 de septiembre de 2010

BONNARD:PARAISOS INTERIORES


Mientras Picasso y Braque inventan el cubismo, que cambiará para siempre la forma de mirar del arte occidental, un pintor introvertido permanece al margen de la moda vanguardista. Se llama Pierre Bonnard y se sintió fascinado por los hallazgos impresionistas , incluidas las estampas japonesas. Entre los impresionistas y el cubismo, Bonnard se quedará, según sus propias palabras, suspendido en el aire. Su vida transcurre recluida, silenciosa, siguiendo su inclinación natural al aislamiento en su residencia campestre, primero en Vernon, al norte de París, y luego en la Costa Azul, en una casita llamada le Bosquet.



La ventana abierta(1921)
Allí convertirá su mundo cotidiano en excusa para la creación pictórica: desde la mesa del desayuno al anondino cuarto de baño, supera el interés por captar un instante para construir la pintura como una combinación infinita de variaciones plásticas.


El comedor en el campo(1913)

Bonnard articula el espacio como una construcción mental. Pinta sobre telas que no están montadas sobre bastidor, sino sujetas a la pared, porque desconoce cúal será el límite que tendrá el trabajo terminado. Son varios los cuadros en que se mueve al mismo tiempo, y la riqueza de matices de sus composiciones y superficies nos habla de un proceso en permanente revisión , en una continua pregunta.

El desayuno


Las diagonales son las direcciones recurrentes desde los trabajos más antiguos, donde se siente más claramente la influencia de la estampa japonesa.Este desinterés por la perspectiva lineal tradicional encuentra la forma de desarrollarse en la despreocupación por las variaciones tonales para sugerir la profundidad de la escena.

Alineación al centro
Desnudo a contraluz (1908)

Este cuadro es un encuentro entre impresionismo y cubismo, y el resultado es un camino nuevo.
Del impresionismo toma el uso de los colores complementarios , especialmente visible en las sombras. La postura de la modelo, Marthe, mujer del pintor, reproduce la de una escultura de Degas. El contraluz le sirve de excusa para arrojar sombras coloreadas de violetas, naranjas y azules, los contrarios al luminoso amarillo de la pared y claro azul de la cortina.

Bonnard toma del cubismo la yuxtaposición de diferentes puntos de vista en una misma imagen. Si miramos la posición de la tina , es incompatible con la del sofá.Es un ejemplo de construcción compartimentada, dividida en secciones, primando el desarrollo de la composición por encima de la impresión.
Sus pinturas muestran el interés por las lineas rectas, horizontales y verticales , que articulan espacios separados. Superficies que comienza a trabajar como palimpsestos. Consigue matices de color superponiendo una capa tras otra, retocando y volviendo a retocar.




El comedor en el campo (1934)

Todas ellas se alejan del modelo para convertirse en un tapiz de tonos, de urdimbre no naturalista.La caída de la tarde le proporciona una luz azulada que es su favorita para crear sombras coloreadas. Las paredes rojizas (pintadas así en la casa) le proporcionan el marco ideal donde reverberan los tonos.Una jarra de leche se convierte así en involuntario motivo, olvidado sobre una mesa, de oscuras evocaciones. El contraluz de Marthe, que ha recordado a un crítico la estampa de una koré, transmite el sabor del ocaso de una civilización: el mundo de Bonnard.


La jarra de leche (1919)


En el baño, Marthe se metamorfosea en parte de la habitación. Si en las primeras pinturas de desnudos Bonnard tomaba la actitud de Degas, la del voyeur, en le Bosquet , la modelo se convierte en un animal acuático carente de rostro y cuyas formas se funden con los objetos.



Salida de la bañera (1926)

En esta salida del baño, la espalda coincide con el contorno de la bañera, y alarga de forma consciente la proporción del cuerpo que adquiere aspecto fusiforme. No existe el blanco en este cuarto de baño, los azulejos del suelo vibran carentes de toda perspectiva, como gotas de agua, inaprensibles.

El baño (1925)

La presencia de horizontales compartimenta el lienzo en espacios donde fluye un mar de tonos.El animal acuático -Dánae, Ofelia- se sumerge en el agua, en infinita quietud , que rompen las variaciones de la pincelada y los matices cromáticos. Ante este cuadro, siento que Rothko sólo dio un paso más allá en el camino que ya había explorado Bonnard.

Y ni a uno ni a otro se les puede hacer justicia con las reproducciones de internet.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Cuanta fuerza postvacacional, como aprendemos contigo.

Vicente Camarasa dijo...

Qué precioso post de Bonnard, uno de los postimpresionistas más olvidados y que mi me fascina (más aún después de haber leído tu post)